Al contrario que la mayoría de los descendientes de familias nobiliarias, Hélène Elisabeth Louise Amélie Paula Dolores Poniatowska Amor ––conocida hoy por todos como Elena Poniatowska––, lleva la sencillez y la humildad por estandartes. Se trata de una sencillez equilibrada y lúcida, propia de aquellos que, a fuerza de pulirlo sin descanso, se han desligado de los artificios de un lenguaje almibarado para sacar partido a las palabras que caminan a la altura de los niños, en la calle.
No nos parece fortuito, pues, que La piel del cielo (Alfaguara, 2001), una de las novelas que mayor prestigio y reconocimiento le han valido hasta el momento, empiece con la voz de un niño que pregunta si detrás del horizonte se termina el mundo. Esta pregunta, que podría parecer de una inocencia extrema incluso para un crío, cobra sentido en cuanto descubrimos que el protagonista no había salido hasta el…
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