Tal y como anuncia el título del post, en ocasiones uno encuentra joyas diminutas, tan liminares que a menudo se pierden en el complejo mundo de los libros sin recabar el más ligero atisbo de atención. Puede que este sea el caso de la breve pero intensa presentación que Clara Janés dedica a su edición de Tres poetas franceses del siglo XXI: Bernard Noël, Zéno Bianu y Jean-Yves Masson (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2012), uno de esos libritos que, endulzan la existencia a un público minúsculo pero con un hambre voraz de la mejor literatura. Como por cuestiones de tiempo me resulta imposible hacerle la justicia que merece transcribiéndolo por entero, os dejo aquí uno de los párrafos que más me han llamado la atención dentro de un texto en que la autora cuenta las peripecias del destino que la llevaron a editar un libro de tan peculiar fisionomía.
Se trata, en cualquier caso, de una interesante reflexión. Espero que la disfrutéis:
«Indudablemente lo que nos alerta sobre algo nuevo, detectable, en los tres poetas que se presentan en este libro —dice Clara Janés hablando de los tres autores que presenta su edición—, se relaciona con el avance de los conocimientos. Cuando nace el mayor, Bernard Noël, hace cuatro años que Heisenberg ha enunciado el principio de incertidumbre, quince que Einstein, con la teoría general de la relatividad, ha dicho que espacio y tiempo se confunden; tenía un año cuando Gödel trazó el teorema de la incompletitud… A partir de ahí, el pensamiento humano va dando cabida a numerosos hallazgos que flotan en el aire y se hacen presentes para todos, desde las estructuras disipativas, la teoría de las cuerdas y las supercuerdas, los fractales o los universos paralelos. Un poeta que ha dado el salto al siglo XXI, consciente o no, trata ya la palabra y la metáfora incorporando estos descubrimientos. La luz no es lo mismo después de la fórmula de Einstein, va para siempre unida a la velocidad y a la masa, por ello tampoco es lo mismo la sombra. El valor de la repetición, tan importante en poesía, ha cambiado aproximándose a la autosimilaridad; el ritmo —que es movimiento, vida, unido al aire (aunque este conocimiento data por lo menos del Brihadaranyaka Upanishad)— aparece también con un valor renovado. Es decir, las palabras cobran otro peso».