Soliloquio del héroe en la ventana para Ana Correro

cabeca

Paralela la vida se desnuda en geometrías incansables: un árbol pasa lento por delante del salón, duda un instante y luego se detiene, como el agua sin rol de un fondo de pantalla. Uno ha vivido y hecho tantas cosas, impuesto o asumido tantos juegos que incluso, cierta vez, se denegó a sí mismo el alfabeto, prohibiéndose escribir palabras como seele, love, kokoro, palabras que hasta entonces no le habían parecido peligrosas, pero en las cuales el lugar común, su agotamiento, bañaba de pelusa horizontal su miembro indivisible. Sí, Uno ha vivido y hecho muchas cosas, y cada una de ellas se ha elongado imaginada en su sinapsis: la hundida libertad de los viajes, sus sensaciones tibias, pregrabadas, las curvas concesiones al deseo como dedos torcidos y evidentes, el arco natural de la violencia, del sexo negativo, el arco, el arco. ¿No fue ese mismo Uno aquel que ahogó sus manos en el río Moldava, aquel que caminó por un desierto blanco y se entregó a sus dunas sinergiales? ¿Acaso no fue el Uno el que, una noche, se descubrió en un coro de quirúrgicos, Uno entre aquellos tres que vieron, mudos, al dios de Apollinaire cambiar de forma? No, Uno no es más que imagen alterada en movimiento, indecisión o decisión cortada en dos mitades. Cuando se denegó a sí mismo el alfabeto estaba en realidad desesperado, trabado en esa gran deflagración que su cabeza conservaba en cuerpos, grados, fases, todo a su vez cuajando el caldo elemental de su existencia como un mar de bacterias consonadas, de transiciones víricas, de espuma. ¿En qué pensar? El agua en la pantalla sigue estando enemistada al borde del abismo; jamás se moverá, seguirá siendo su potencialidad no constatada. ¿Qué diferencia, pues, entre lo meramente almacenado y lo vivido? ¿Cómo diferenciar lo que se dijo de lo que ahora —siempre ahora— se recuerda? Yo era una amante, dices, de las manos de Durero, del tiempo nueve veces el orfebre de la idea; pero tu voz tiembla en lo oscuro como el vientre de una llama o como un filamento mal hilado cuya vaina de luz se agita y muere. Lo bello es la traición que no acontece, el cumplimiento breve, individido, de una coherencia siempre inesperada —si toda imagen crea, toda imagen, la luz ha dado lienzos microscópicos—. ¿Salir? ¿Y qué saldría de qué, qué tensaría los arcos hasta el punto en que pudieran distinguirse de sus flechas? En las palabras seele, love, kokoro, en aquel árbol básico que inclina su ramaje hacia el salón, reside el mismo espíritu de sol que en la verdad hidrófoba de un píxel—¡ceci n’est pas une pipe, mais est un pipe!, gritan los marineros de Genet al recordar el Ave maris stella—. ¿Qué decir? Paralela la vida se desnuda en geometrías incansables: Bosnia despierta al iniciarse el rezo y cede a un sueño amorfo en cuanto cesa.

 En qué momento opípara la noche.

 

                     Bosnia-Herzegovina, agosto de 2014

Este poema se publicó por primera vez en el número 2 de la revista Caligrama, titulado «Heroica». Más tarde se incluyó en la versión final de After Ego que verá la luz en noviembre de 2016. La fotografía, como todas las que acompañan al poemario, es de João Pedro Pinto.

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